El pasado mes de Febrero tuvo lugar en la Corte Penal Internacional el primer juicio por el reclutamiento de niños-soldado: El Imputado es Thomas Lubanga, lider de la Guerrilla denominada “Unión Congoleña de Patriotas”.
Es evidente que se trata de un acto simbólico-por el altísimo número de niños soldado que hay en el mundo, 500 mil- pero importante, ya que implica un paso a lo concreto tras la proliferación de Declaraciones y normas que se quedaban en papel mojado.
Allí mismo, en el Congo, existe un niño que con sólo doce años ejerce “de general” en una columna de los Mai Mai en Kivu Norte. Tal “General” se caracteriza por que su columna deja atrás un sin fin de robos, violaciones, asesinatos y todo tipo de aberraciones imaginables e inimaginables.
No es solamente un problema de leyes y reglamentos: es de Filosofía y de Educación. El simple hecho de que ejércitos en liza recluten niños y más aún que un niño esté al mando de una columna militar es de por sí un síntoma evidente de desorden y caos generalizado de toda una sociedad. El hecho mismo de que tenga que legislarse con tanta profusión sobre un tema, es precisamente la señal misma que apunta a otro problema más grave.
Vivimos en una Sociedad aparentemente globalizada, democrática y “pacifista”, dónde visionar una pelea en el cine es ya políticamente incorrecto pero que convive con el dramático hecho de que haya medio millón de niños-soldado en los más de setenta conflictos bélicos que existen en el planeta.
Lo más descarnado de todo esto es que al parecer, tal y como nos relata el Observatorio Internacional de Derechos Humanos “lo que lleva a reclutar niños que se han quedado sin casa ni familia es, precisamente, su ausencia de educación, su ausencia de formación moral que es por así decirlo, un plus de garantía de actitud en la pelea”.
Curiosamente en las sociedades antiguas, que convivían con los conflictos bélicos con más naturalidad, estos contrastes era imposibles: Había una serie de trámites previos a agotar antes de la confrontación; Una serie de reglas de protección de aquellos ajenos al conflicto por edad y condición; Una delimitación clara del espacio de la contienda en el caso de que hubiera de tener lugar y, desde luego, sólo podían intervenir profesionales……Nosotros, los “abolicionistas absolutos”, los civilizados, estamos viviendo las más grandes cotas de sinrazón en este sentido.
Urge encerrar a todos los responsables del reclutamiento infantil, pero también urge una reeducación masiva y filosófica que ponga a todos los miembros de una sociedad donde deben estar: Los niños en casa y en la escuela.
También urge una reglamentación del hecho bélico, unas reglas claras, destinadas a proteger a los más indefensos, unos mecanismos justos que impidan llegar a la solución más cruenta.
No tiene sentido defender el No a la Guerra y darse por vencidos cuando ya es un hecho, parece como si el hecho de que se llegue a las armas implicara de pos sí, el caos, la muerte indiscriminada de civiles, la desolación de poblaciones y viviendas enteras…..es en ese momento cuando más hacen falta normas claras.
La Guerra siempre tuvo unas normas, unos patrones de conducta que, sí, a la vista de los más de setenta conflictos bélicos que asolan el planeta en la actualidad, tenemos exigir.
Sani
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